jueves, 27 de mayo de 2010

Unos segundos más tarde su nueva vida le abría la puerta. Susana corrió desesperadamente, se quitó las zapatillas y dejó las maletas a mitad de las escaleras. Entonces, sin importarle nada, se escapó a la playa. Era de noche, apenas comenzaba la luna del miel. Mi princesa creaba la escena más pintoresca de su vida, con tan sólo dos copas y aquella exquisita botella de vino. Era una de esas noches de verano donde las estrellas no dormían. Parecía que el mar también estaba aplaudiendo, con el vaivén de sus olas, la boda de Susana con el niño Adrián.

Fin



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