jueves, 3 de junio de 2010

Lograría llegar inmaculado de pensamiento a su encuentro con Dios, pero ya era demasiado tarde. No recuerdo si era domingo, pero mi entrañable Gabo buscaba rendir homenaje a cualquier cuerpo sin alma; sin importar quién fuera. Se subió en un taxi y llevaba un ramo de rosas blancas -de esas que huelen a gloria- y un cuaderno con muchas memorias dibujadas, donde los personajes principales eran la risa, el amor, y el llanto. Aquella tarde marchitada, Gabo no dejaba de pensar en el asesinato de Pablo. -¿A cuál cementerio quiere que lo lleve?- el taxista preguntó
-A cualquiera- respondió Gabo.
Fin



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