martes, 28 de septiembre de 2010

Mi vecino

Por Yaisy Rodríguez


Tengo en mis manos un velón de color borgoña; me lo regaló mi vecino. Lo prendo todas las noches. Hasta ahora que lo toco, me doy cuenta de que tiene frío. Pero él no tiembla, se ve tan firme. Le acaricio la cara con mi mano y me regala una sonrisa tierna. Aquí está enfrente de mí, con los brazos cruzados y ese traje oscuro que lo viste de elegancia. Si el Príncipe de Gales lo viera, con esta corbata y esos zapatos de puntas afiladas, pensaría que el joven del velón es el hermano gemelo de Brummell. Ni qué decir del perfume que destila, que me seduce, que me hace cerrar los ojos y me secuestra algunos suspiros. Hace algunos meses, conocí a este señor, lo llamo velón y tiene la piel oscura, pero los ojos brillantes. Por más que intento, no puedo evitar mirarlo, ni antes, ni ahora. Estar a su lado se ha convertido en una adicción. ¿Qué cómo lo conocí?, De él solamente sé que es hermano de vela, mi vecina chismosa, y eso ya es suficiente.
Cada mañana de primavera, cuando me dirigía a la escuela, mi hermana tentación me sonsacaba, para que lo viera. Y yo, no lo pensaba dos veces. En esos momentos, le rendía homenaje entre los dientes, a la combinación de mi sangre RT positiva. En definitiva, mi exaltación ante criaturas como estás comprobaba mi debilidad femenina. Vaya que él amaba contemplar la vida desde su balcón. No le faltaba su compañero fiel, un cigarrillo. Solía sentarse con las piernas cruzadas y en la misma silla amarilla, que se estaba muriendo de vejez. El primer día que no lo vi, sentí que a mi vida le estaban apretando el cuello, me faltaba el aire. Sabía que me derretía su presencia, lejana, pero ahí estaba, de lejos, pero vivo. Ese mismo día, al llegar la noche, lo soñé a mi lado. Sí, acostado en mi cama, del lado derecho, muy cerca de la antigua mesa de noche. En esa mesa acostumbro a poner un vaso con agua helada, y, además, no puede faltar la complicidad de un buen libro. De pronto, en aquel sueño me sorprendió que mi vecino no me hablara, sólo me miraba. Me atreví a tocarle la cara por primera vez, y era tan suave como la piel del Divino Niño. Los minutos transcurrían despacio y yo me acercaba a él poco a poco. Yo no dejaba de saborearme su presencia. Entonces, ya a su lado, empecé a rozarle la piel de mi rostro contra su pecho viril.De pronto, me cautivó la idea de recitarle un poema de amor, de pedirle que no se fuera, pero él me calló la vida con sus dedos. Y así llegó la hora de la hora, para mi desgracia: me despertó de un grito mi hermana Tentación porque ya se me hacía tarde para ir a la escuela. En ese momento me dieron ganas de patearle el alma a ese condenada imprudente. Veinte minutos más tarde, a un cuarto para las ocho, cuando proseguía con mi rutina escolar, encontré un regalo con una nota debajo de mi puerta que decía, “¿Por qué no me das un espacio en tu mesita de noche?”.


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3 comentarios:

  1. jajajajaja que lindo...es fascinate...soy una admiradora de tus microcuentos,de verdad son muy buenos:)

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  2. EXCELENTE.. TIENES MUCHO TALENTO SIGUE ASI UN BESOTE DESDE CUMANA.

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